Descubriendo las zonas verdes de Barcelona

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La estación de metro Mundet, se convierte en el lugar más estratégico de encuentro para quien desee conocer el Parc del Laberint d'Horta, una de esas joyas verdes que resguarda la ciudad y que conserva el jardín más antiguo de todos los que existen en Barcelona. Ese fue nuestro punto de encuentro, Ana y su novio Roberto llegaron muy puntuales y Yosmery, que era una de las caminantes más animadas, no asistió en esta ocasión. Finalmente éramos 4 las personas que decidieron hacer una pausa en la mañana del sábado  21 de febrero para respirar un nuevo aire  y sentir más de cerca la naturaleza.

El ingreso al parque es agradable, nada complicado y dada la época logramos encontrarlo casi vacío, lo primero que se divisa al llegar es  la casa neoclásica que  perteneció junto con todo el terreno al Marqués Antoni Desvalls, la casa  conserva una torre cuyos orígenes son medievales y  es posible descubrir en la decoración de su fachada elementos neoárabes y negóticos. El parque tiene nueve hectáreas, ocho de las cuales son ajardinadas, el agua es la protagonista y  todo el conjunto es casi un homenaje a los dioses y personajes de la mitología griega.

El Laberinto es la pieza central de la iconografía del parque, está hecho de cipreses y su diseñador el arquitecto italiano Doménico Bagutti se  basó en la historia de Teseo y Ariadna para construirlo,  allí hicimos nuestra segunda pausa rememoramos la historia y aunque sin hilo mágico nos dispusimos a ingresar y buscar la salida; logramos encontrarla con éxito y subimos a la segunda terraza donde se puede apreciar una vista de todo el jardín central, al salir nos dispusimos  a caminar  por el jardín exterior que bordea el parque que es de estilo romántico, empezamos recorrerlo  con calma y fascinación, realmente daba gusto caminar entre los verdes caminos y respirar bien profundo.

En una parte de la ruta hallamos una cascada magnífica que refrescaba la vista y el alma,  así continuamos hasta que nuestro  reloj marcó la 1. El tiempo se nos fue caminando, hablando, contando anécdotas y disfrutando de un lugar provisto de magia, un lugar perfecto para el romance, para la soledad, para la contemplación, para la lectura, para  el silencio y que gracias a haber pasado a manos del ayuntamiento en los años 70 todos los habitantes de la ciudad hoy  pueden  disfrutar de él.

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