Rafael Capurro: “Lo esencial es aquello que está entre las culturas”

La Ética Intercultural de la Información (EII) debe ser solidaria y hospitalaria no sólo con respecto a las normas y principios morales de cada cultura, sino también con quienes han quedado marginados en medio de una sociedad globalizada por la tecnología digital, explicó el filósofo Rafael Capurro.

La conferencia bajo el título " Desafíos teóricos y prácticos de la ética intercultural de la información", acogió a estudiantes del postgrado de Comunicación y Periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

En una sociedad donde la revolución digital se ha transformado  en un asunto político por la profunda influencia que tiene en las normas, principios y valores que subyacen en la vida social, la Ética Intercultural de la Información debe asumir la responsabilidad de abrir una reflexión sobre visiones y opciones de vida que partan de un mundo que se une y se separa cada día más intensamente con base a la comunicación digital, dijo durante el encuentro que tuvo lugar los días 8 y 9 de de abril.

Tras puntualizar que el eje de sus reflexiones es la diferencia entre moral y ética, el Director del Steinbeis Transfer Institut Information Ethics (STI-IE), en Alemania, explicó que el papel de esta última es cuestionar las reglas y la moral que, con la revolución digital, han entrado en crisis. Por esto, la ética de la comunicación tiene que partir del diálogo, de la aceptación de la libertad de otros, sin universales absolutos. El imperativo categórico actual debería de esa ética es: sé libre y dejar ser libre. Lo importante hoy es cómo pensar la libertad en el mundo digital.

Armonía/Autonomía

Es la misma diversidad la que hace que, por ejemplo, en países orientales como China, el valor supremo que se está potenciando sea la idea de "armonía" del cuerpo social, de la comunidad -lo hace sistemática el gobierno potenciando una vuelta al Confucianismo. Idea que, en todo caso, no puede velar, dice Capurro, el potencial peligro totalizador y autoritario que se esconde tras una "armonización" autoritaria de la sociedad.

Occidente, por su lado, siempre ha privilegiado la idea de individuo. La noción de armonía -en los términos de la filosofía oriental- es ajena al pensamiento occidental. Por contra, la noción de individuo es más extraña en el pensamiento oriental. El budismo niega el individuo, el pensamiento chino valora sobre todo la comunidad.

Sea cual sea la funcionalidad y validez de tales ideas en sus correspondientes contextos, lo que es evidente es que en este caso se dan dos agendas distintas, dos prioridades para sistemas éticos que sólo pueden ser, pues, diversos.

Para Capurro, el desafío ético no debe limitarse a crear un código sino promover la reflexión global y local sobre temas tan complejos que requieren un análisis e interpretación constante cuando se trata de ponerlos en práctica. "Necesitamos más que nunca un espacio abierto para compartir no sólo local, sino también globalmente este tipo de reflexión" y por ello, la Ética Intercultural de la Información (EII) se refiere a la relación entre normas morales universales y las tradiciones morales locales.

Los Comités de Ética

La ética de la comunicación debe tomar distancia crítica de la agenda comunicativa de la sociedad y de la política, sin embargo, hay vías fructíferas de colaboración entre el mundo político y la reflexión ética, explica Capurro. Y un ejemplo lo encontramos en los comités de ética que, a propuesta de la Comisión Europea, se han constituido en todos los países de la Unión. Se trata de grupos reducidos (12 ó 15 personas) que tienen por misión reflexionar, meditar y emitir dictámenes sobre las cuestiones éticas que les presentan a manera de recomendaciones, los políticos y gobernantes.

Es probable -señaló Capurro, quien ha sido profesor de Ciencia de la  Información y de Ética de la Información en la Universidad de los Medios de Stuttgart (1986-2009)- que mucho de lo que se propone en estos comités no tenga, en ocasiones, la menor incidencia en el mundo real. No obstante, la obligación de sopesar meditar y explicitar juicios y razonamientos sobre cuestiones acuciantes acaba generando, aunque sea a la larga, algún tipo de consecuencia. Siempre produce avances.

Aseguró que el problema que enfrentan las universidades es que están muy alejadas de los quehaceres políticos, cuando su labor tendría que ser partir de análisis para proponer planteamientos éticos y científicos que se reflejen en recomendaciones para generar políticas en poder. Ese es el papel de los comités de expertos, que más que equipos moralizantes, deben ser asesores que si bien no hacen política, deben influir en ella.

Los investigadores y académicos tienen la tarea de prever cómo y cuáles serán los conflictos en el mundo digital, asumió. Para ello, la via regia metodológica (o camino de oro) que propone es la de una reflexión crítica comparada intercultural en el que se tomen en cuenta tanto las "normas finas" (universales) y las "normas gruesas" (los argumentos morales más profundos y particulares) dado que uno de los principales desafíos de la Ética de la información es la tensión que existe entre la universalidad de los principios morales y la pluralidad de las culturas

Los desafíos teóricos de la Ética de la Información

Al hablar de las diversas posiciones teóricas que hoy en días se defienden en torno a la Ética en la Sociedad del Conocimiento, Capurro mencionó a filósofos como Soraj Hongladarom y Charles Ess, cuyo punto de partida "es el pluralismo ético que refleja un pluralismo moral";  así como a Luciano Floridi, de la Universidad de Hertfordshire, en Gran Bretaña, quien distingue entre "ética de la comunicación global" y una "ética de la información global", a partir de la "ontología compartida" como término clave, es decir una ontología (ciencia de los entes), es decir, que considera suficiente partir de una "ontología ligera y horizontal que respete la diversidad de culturas como condición de posibilidad de interacción pragmática entre culturas.

Por otro lado, Philip Brey y Ken Himma, de la Universidad de Twente, en Holanda y de la Seattle Pacific Univiversity,  respectivamente; defienden la necesidad de un análisis intercultural grueso o vertical.

Brey hace una distinción entre un relativismo moral descriptivo en la ética de la información, ya que si estas diferencias no existieran, la discusión en torno el relativismo normativo o metaético no tendría sentido. Así, la tarea fundamental de la EII es estudio comparado de sistemas morales, lo cual deja de lado otros efectos que las TIC puedan tener en la sociedad, mencionó Capurro.

Entre tanto, para ken Himma la comparación de éticas a nivel normativo tiene como único objetivo el llegar a un acuerdo. El problema en este caso, dice Capurro, es que "Himma elabora buenos argumentos para defender el objetivismo pero no desarrolla a partir de ellos un sistema de normas objetivas de ética de la información".

Al explicar su propia posición, Rafael Capurro, quien recientemente fue nombrado "Distinguished Researcher in Information Ethics" (2009-2012) por la Universidad de Wisconsin, Milwaukee, School of Information Studies,  consideró que lo fundamental al abordar el fenómeno de la globalización digital (ontología digital) es  tener claro que se requiere de un análisis intercultural para evitar conflictos que aflorarán en casos concretos dada la diversidad de cosmovisiones y por lo tanto de conceptualizaciones que hacen difícil el paso y la creación de normas iguales para una cultura y otra.

Habermas o Luhman

Frente a esta diversidad de perspectivas, en Alemania existe un continuo debate entre dos formas de enfocar el análisis de la comunicación: la de Jürgen Habermas que, a través de su ideal de espacio público, sostiene la necesidad de establecer un consenso sobre las normas esenciales que rigen la comunicación. En términos normativos, el ideal de que el espacio público exige el diálogo igualitario entre las partes y el respeto a unas normas. A Capurro, este modelo -el del espacio público igualitario e parece idealista, con poca capacidad de dar cuenta de la complejidad de los hechos.

La otra perspectiva está representada por el enfoque de Niklas Luhman, que piensa la comunicación en términos de sistemas, de estructuras y sistemas. Según su punto de vista, no habría un solo espacio público, sino una articulación de diferentes públicos con diferentes reglas y sus espacios correspondientes. La sociedad comunicativa sería entonces fruto de una diversidad estructurada y de una comunicación sistémica.

Es este modelo es, según Rafael Capurro, el que permitiría fundar la ética intercultural de la comunicación, aceptando la diversidad y, por tanto, la reflexión crítica, desde múltiples perspectivas. Permitiría, por otro lado, pensar la unidad del hacer humano y de sus normas. O sea un sistema de pensamiento, o, mejor dicho, un sistema de sistemas de pensamiento, en el que puede asentarse el imperativo categórico de la ética propuesta por Capurro: sé libre. En este sentido, la ética se entiende como el esfuerzo crítico por construir la libertad de todos.

Es este el sentido más profundo del término "ética global de la información'" debe ser no sólo la globalización de una moral y su codificación sino un espacio y un tiempo que se puede crear en diversos contextos como el político, el académico, en las escuelas, en de los medios de comunicación de masas y naturalmente en internet porque si bien el Siglo XXI es el siglo en el que la comunicación y la superficialidad son pivotes de la cultura occidental que causan fascinación, también en cierto que la estructura de internet permite que exista un pensamiento en común que antes no era impensable.

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