Pepe Rodríguez: in memoriam

El periodista y profesor Pepe Rodríguez era uno de los últimos especímenes de ese animal periodístico que fue el profesional de la investigación. Pepe era un personaje digno de recuerdo en estos tiempos en que el periodismo se ve asaltado por la banalidad, la información por el rumor o la mentira, en que se llama periodismo de investigación al cotilleo banal. Y, sin embargo, un momento donde el asalto a la verdad y la amenaza de las libertades, convierte en imprescindibles figuras como la que representó Pepe Rodríguez. Un Periodista con mayúscula.

Pepe Rodríguez fue cocinero antes que fraile, sí él, ateo militante, me permite esta expresión clerical. Practicó el oficio desde los primeros escalones antes de subir paso a paso todos los peldaños de la escalera profesional y terminar explicando la profesión brillantemente en la universidad. Un camino largo, pleno de aventuras y triunfos en donde trabajó todos los temas conflictivos con tanta profundidad y valor que puso en riesgo a su vida en varias ocasiones.

La razón del peligro es que el campo de investigación elegido por Pepe era el mundo de las sectas en las que incluso se introdujo en sus primeros artículos como supuesto afecto para descubrir mejor sus secretos. Y esta información, revelada semana a semana por la revista más vendida del momento, lo enfrentó a amenazas de todo tipo. ¡Quién no se acuerda de encontrarse a comer con el periodista Pepe Rodríguez acompañado de dos policías que lo protegían en razón de las amenazas de muerte recibidas!

Pepe Rodríguez pasó, posteriormente, de la acción del periodismo de investigación a la reflexión del ensayo. Abordó los temas, que había tratado como cronista, en libros explicativos donde desplegó una narrativa cruda y directa que acompañaba la investigación más exhaustiva. El éxito acompañó estas descripciones profundas y certeras de los mecanismos con los que el poder manipula el sentir religioso. Sus trabajos dirigieron sus dardos a todo el mundo sectario sin olvidar las grandes iglesias oficiales que muchas veces no se diferenciaban ni en sus medios ni en sus amaños de estos pequeños delincuentes. Este trabajo lo convirtió en un especialista en el campo jurídico y le hizo ahondar en el estudio de los mecanismos que mueven los deseos y la ilusiones en la mente humana.

Después de realizar acertadamente una tesis en sicología, Pepe Rodríguez comenzó una nueva fase de su carrera, la de profesor universitario. Su campo del Periodismo de Investigación fue su materia estrella en la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Y acompañó esta labor con un acompañamiento personalizado en trabajos y prácticas con cariño solidario y rigor estricto. No hubo alumno o alumna que pasara por su magisterio sin llevarse una viva impresión de este profesor tan provocador como riguroso. Pepe es el padre reconocido de una magnífica cantera de informadores que ya están actuando en los más diferentes medios de comunicación.

Se cerraba así el círculo de una vida profesional dedicada al mejor periodismo, el que nos desvela la realidad oculta y nos hace adquirir una conciencia crítica ante los avatares que conmueven y corrompen nuestra democracia. Demostraba que el periodismo bien entendido es sin duda el mejor mecanismo para la renovación del sistema y el revulsivo contra los engaños que lo envenenan. Su conocimiento de la legislación que había sido fundamental para su actividad periodística y para sus denuncias de las más variadas situaciones, sirvió para ayudar al departamento de Periodismo en difíciles momentos. 

Compañero, amigo, era un conversador nato siempre acompañado de un humor caustico adobado de ácidos comentarios para denunciar cualquier situación que considerara injusta. Su pesimismo radical, ‘no soy pesimista sino realista’, se acompañaba de una alegre curiosidad por los temas en que se sumergía apasionadamente como esa colección de máscaras africanas que le apasionaba. La conversación con Pepe nunca dejaba indiferente, sus discusiones eran apasionadas y apasionantes. Siempre aprendíamos algo con sus pláticas.  Eso siempre nos quedará como el mejor recuerdo de su paso en nuestras vidas.

Con cariño y estima, José María Perceval

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