Sándwich de la verdad versus pirámide invertida: ¿Cómo se construye una narrativa eficaz contra la desinformación política?

Hay un viejo dicho que prevalece al tiempo y es transversal a distintas sociedades y realidades: “miente, miente que algo quedará”. Aunque su origen se remonta hasta el siglo I después de Cristo (d.C.) según refiere Iván Almeida, Doctor en Filosofía de la Universidad de Aarhus, la frase podría explicar por qué razón tantas veces los políticos se exponen a mentir, cuando es más fácil que nunca desmentirlos.

Los ejemplos abundan y un caso emblemático de este cuadro es el del actual presidente estadounidense Donald Trump, quien desde que asumió el poder en enero del 2017 hasta el 09 de julio de este año ha repetido públicamente 20,055 afirmaciones, entre falsas y engañosas, en base a los datos de la unidad de verificación de información de The Washington Post.

Los políticos son una especie de rey Midas que convierten en noticia todo lo que dicen o hacen, sean exactas o no sus aseveraciones. En el caso de Donald Trump y otras figuras políticas de gran envergadura, no es una opción para la prensa dejar de cubrir sus actividades o ignorar sus declaraciones, porque se trata de personajes públicos, cuyas actitudes o dichos impactan en la vida de las personas.

Mas, ¿será suficiente esto para que los medios se conviertan en una caja de resonancia que repita sin chistar cada inexactitud o falsedad usada en el discurso político? ¿hasta qué punto la objetividad no colisiona con el rol fiscalizador del periodista? ¿cómo se puede manejar en tiempos de posverdad, desinformación y redes sociales la cobertura de los actores políticos y sus actividades?

Desde la Guerra civil norteamericana, los periodistas se han valido de un estilo estándar a la hora de redactar sus noticias. Sin dejar de lado aspectos creativos en la narración noticiosa, la regla de la pirámide invertida les permitió a los reporteros que cubrían este hecho emitir sus informes periodísticos por el telégrafo, empleando un estilo narrativo ágil y que vaya directo a la vena. Es decir, primero que nada el suceso.

Así, la estructura del ¿qué (sucedió)?, ¿quién (lo hizo?), ¿cuándo (pasó)?, ¿dónde?, ¿por qué? y ¿cómo?, se colocaron en la entrada o el primer párrafo de la noticia para luego seguir con el desarrollo más amplio, contradiciendo el estilo de redacción literaria que imperaba anteriormente. Tal práctica narrativa se extendió desde Estados Unidos por todo el mundo, por lo que la mayoría de los textos noticiosos aplican esta estructura, siendo acompañada por un potente titular.

Armando un sándwich contra la desinformación

En tiempos de redes sociales, posverdad y algoritmos que nos encasillan en terrenos afines a nuestros gustos y creencias, parece ser que este estilo no es suficiente para combatir -en forma eficaz- los efectos de la desinformación y otras distorsiones desinformativas, como el discurso del odio. En especial, si estos son difundidos por figuras políticas con amplias redes de seguidores y acceso a audiencias globales.

Siendo así, ¿qué hace falta cubrir los discursos políticos con afirmaciones falsas?, ¿cómo se puede garantizar una cobertura noticiosa que transmita estas declaraciones sin caer en el juego de la posverdad o enrevesadas teorías que exacerban a las audiencias pero carecen de hechos reales? Pues, preparando un sándwich, pero el de la verdad.

George Lakoff, neuro lingüista estadounidense, propuso desde el 2018 un enfoque noticioso para narrar aquellos hechos que impulsan la desinformación o la alimentan, lo que se ha denominado como el “sándwich de la verdad”. Se trata de una narración periodística enfocada en combatir la conversión de la mentira en arma mediática o política.

¿Cómo se prepara este sándwich? Citando como ejemplo el caso del Presidente estadounidense, Lakoff inicia la preparación con el ingrediente principal: el hecho real. Primero hay que enmarcar la verdad, porque si se pone en primera línea de combate a la falsa declaración, aunque sea para desmentirla, esta ya ganó la batalla. El segundo paso es indicar que lo afirmado es falso y es importante informar al público que el político o personaje en cuestión está mintiendo. Pero esto debe hacerse “sin enfatizar o amplificar el lenguaje exacto de la mentira”, señala Lakoff. El tercer paso, es volver a la verdad, repetirla, dando más detalles del suceso real. Es fundamental opacar la mentira, que sea menos citada que la verdad.

La propaganda desinformativa y su maquinaria de IA

Viéndolo así se trata de un sándwich gourmet, que en lugar de confiar en el poder de la razón, se apoya en los hallazgos de las ciencias cognitivas para aprender. Según nos refiere Lakoff, los hechos desnudos y la lógica por sí sola no ganan los debates, porque una mentira repetida millones de veces cala, por ende, es peligrosa.

El experto en guerra cibernética Haroon Ullah refiere que diversas investigaciones sobre el modelo de propaganda rusa o del Estado Islámico (EI) han demostrado que las personas tienden a creer algo cuando es repetido; los fanáticos o activistas digitales de Rusia y el EI obtienen ventaja cuando ellos obtienen la primera impresión; y lejos de aclarar el panorama, las refutaciones consecutivas de la mentira mas bien pueden reforzarla.

Ullah resalta que las herramientas digitales al servicio de desinformación se valen de un ejército de robots de inteligencia artificial (IA) que funcionan con millones de cuentas de usuario (compradas o robadas) y reaccionan en forma inmediata, ya sea para exagerar o amplificar el mensaje o atacar a quienes intentan desmentirlo. El objetivo es darle forma a la narrativa planificada. Por ello, advierte que la mejor forma de neutralizar a la desinformación es dirigir un flujo de mensajes, en forma proactiva y precisa, hacia la audiencia objetivo, en lugar de replicar el discurso o arma desinformativa, así sea para desmentirla.

En palabras de George Lakoff, esto se explica porque “la repetición refuerza las sinapsis en los circuitos neurales que la gente usa para pensar”. Por eso, el neuro lingüista añade que “enmarcar primero” la verdad proporciona una ventaja sobre la desinformación y el discurso falso o engañoso, mientras que negarlo “activa” la mentira en nuestra mente, porque así funciona nuestro cerebro.

En ese sentido, Lakoff propone una serie de pautas para combatir la desinformación en forma eficaz:

  • No uses ninguno de los términos, imágenes o hashtags empleados en las declaraciones y contenidos falsos o engañosos.
  • Ignoren las declaraciones disparatadas (de los políticos o personajes públicos). Si lo twittean (o comparten) no pueden derrotarlo, y cuando lo enlazan amplían su difusión. Niéguenle la viralidad que anhelan.
  • Cambie el marco (no use las mismas frases de quienes desinforman) para centrarse en la información poderosa y veraz.

Tales reglas no solo se aplican a los periodistas. En la era de las redes sociales, nuestras cuentas en estos espacios son públicas, por lo que nos convertimos en difusores informativos. Depende entonces de nosotros asumir un rol más activo contra el escenario de la posverdad y desinformación o ser la caja de resonancia de los contenidos falsos o engañosos que circulan en las plataformas de medios sociales.

Entrevista de George Lakoff en CNN sobre como combatir la desinformación con el “Sándwich de la verdad”.

Escrito por Alejandra Avendaño.

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